Antes del salto by Marta San Miguel

Antes del salto by Marta San Miguel

autor:Marta San Miguel [San Miguel, Marta]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-01T00:00:00+00:00


Llevamos en Lisboa el tiempo suficiente como para que la encimera de la cocina se haya llenado de frascos. Hay hasta una batidora que Marido ha conseguido por cinco euros en una tienda de segunda mano. Compramos cosas que se acaban enseguida, pero también otras que se quedarán en el armario cuando nos marchemos, como las especias. La dimensión del tiempo está contenida en la pimienta negra. En menos de un año nos iremos de esta casa y el bote seguirá prácticamente lleno, el futuro huésped lo usará y cuando lo agite seremos un fantasma en su mano.

Al fin hemos logrado que un operario venga a arreglar la vieja máquina de aire acondicionado y hemos dejado de sudar mientras cenamos. El techo del salón está a tres metros de altura. Pintado en el centro, hay un fresco ovalado con la figura de un ángel desnudo, que nos mira desde arriba y parece que también sudara. No sé si es hortera o un milagro de la arquitectura portuguesa que ha sobrevivido al capricho de los pisos turísticos. En la habitación hay otro fresco más pequeño. Es un ángel regordete con un papiro en la mano y del ombligo le cuelga el cable de una lámpara de Ikea. El del salón, en cambio, es un ángel adulto que sujeta un arpa rodeada de querubines asomados entre nubes, pero de él no cuelga ninguna lámpara: toda la luz del salón llega de lámparas portátiles y alargadores. Todo se puede adecuar, hacerlo propio, sin embargo tengo que coser el roto del pantalón de Mayor y aún no sé dónde sentarme.

Uno sabe que está en casa cuando no tiene que pensar porque ya sabe cuál es su sitio en el sofá; cuando conoce de memoria la distancia en pasos a oscuras del baño a la cama; cuando coge a la primera un tenedor sin abrir antes tres cajones y modula el agua caliente de la ducha sin pasar frío.

Las maletas están en el altillo de los armarios. Más que colocar lo que traían, tengo la impresión de haber esparcido los quince kilos que nos permitía traer la aerolínea en cada bulto como hacen los críos con los juguetes en la alfombra y esa cercanía que les confiere un sentido de pertenencia.

Mañana empiezan en su nuevo colegio. Coloco cada uno de los uniformes y monto la figura humana con todas las prendas sobre las camas para asegurarme de que cuando nos levantemos no faltará un trozo de pierna, el pie de un hijo, las mangas de los brazos. Está todo listo, pero el ángel desnudo me mira desde el techo y le doy la razón: me falta la foto de Quessant.



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